jueves, 12 de septiembre de 2013

Alumbramiento

por Virginia Amado

   La nena es chiquita. Hace poco cumplió seis años. Tiene ojos muy grandes, y como siempre, observa. Curiosidad innata que la caracteriza.  Suele tener caprichos de hija única y con carácter.
   Algo diferente pasa ese día. Vino la abuela. La ve ocupada, poniendo a calentar agua en ollas grandes.
    De la esquina, que no tiene asfalto, dobla un taxi. Llega una señora gorda, muy alta y corpulenta con un vestido gris de cinturón y botones . Lleva un maletín tan inmenso como sus zapatones negros con cordón.
   Papá sale a recibirla con la nena al lado que no se despega,  mirando a la mujer desde su tamaño.
   Ella besa a la nena, le acaricia el cabello ondulado, en melenita y le dice:- ¡Qué grande estás! A vos te ayudé a nacer. Y sonríen sus ojitos rasgados haciendo menos serio el rodete tirante con que recoge  cabellos tan grises como el atuendo.
   Se llama Amelia, y entra a la casa por el zaguán y la puerta cancel, de las visitas.
   La nena, de la mano del papá camina a casa de Cristina, su amiga que vive apenas a la vuelta, a pocos metros por la avenida donde vuelan mariposas brillantes.
   Allí Maruca, la madre, la recibe con afecto y la lleva al patio grande, de tierra y césped donde están las chicas jugando.
   Hay hamacas que cuelgan de cadenas, sostenidas por postes que su padre construyó. Y muchas macetas y plantas en canteros de geranios, helechos, malvones y enredaderas .
    Mucha ropa blanca agitándose, jugando a las escondidas con el viento volador.
   Es un lugar conocido, que a ella le encanta, porque en su casa no hay tanto patio , y la ropa su mamá la tiende en la terraza.
   Un rato juega, la columpian, es la más chica pero además la miran raro. Cantan, hacen rondas, pero ella está dispersa : algo está pasando en su casa.
   Tanto, que se cruza frente a la hamaca de Marisa que la golpea y el enorme chichón en la frente no se hace esperar.
   Las tías corren con hielo, y ella las escucha decir que justo hoy.
   ¿ Hoy? ¿Qué pasa hoy? Ella sólo piensa en lo que está ocurriendo y la perturba.
    Después de la leche, llega el papá que está sonriente, con linda luz en sus ojos celestes y la toma de la mano camino a su casa.
     No entran por el pasillo como lo hacen habitualmente.
   La puerta principal los recibe y ella va con la cabeza gacha, mirando el granito rojo del piso del living.
   Un llanto de bebé les llega desde el dormitorio de sus padres. Todos sonríen menos ella y la bebé que berrea. 
   Antes, algunas cosas  no se explicaban demasiado.
   Se suponía que los chicos entendían todo, o que era lógico lo de las pocas palabras.
   Recuerdos de un día lejano. Nació Adriana Edith, su hermana.
   

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