Allá por los años ochenta, con buen trabajo, igual predisposición y mas tiempo, algo que por estas épocas a muchos nos es algo esquivo, los días viernes, después de nuestras tareas, nos reuníamos un grupo de amigos para compartir un rato y comer juntos, el asado era el elegido a la hora de las opciones. Cerca de las 20 Hs, Mario, Aldo, Carlitos el carpintero, el negrito Farina, Hugo y quien relata Roberto, allí estábamos, cumpliendo de muy buen agrado. Ya que pagábamos uno por vez, quien lo hacía, se encargaba de todo, con la ayuda de algún voluntario que colaboraba con las ensaladas tratando de conformar a todos, poner la mesa y algo que el parrillero pudiera necesitar. La ceremonia...lo lindo comenzaba con la preparación del fuego, esperar que encienda bien y mientras ir picoteando algo…con algún mate o un vinito tal vez….charla de por medio. Mientras adentro, el resto de los muchachos, jugaban algún partido de truco, charlaban animadamente o miraban el partido de los viernes, hasta que el “asadito” estuviera listo y entonces se da el aviso y a la mesa. Chinchulines, chorizos, vacio, riñones y las tradicionales costillas, deleitaban a los comensales. Entonces, envueltos en esa fragancia inconfundible de la carne asada….las voces se acallaban….el silencio era casi total, solo ruidos de copas y cubiertos o el pedido de algo que se precisaba y nada mas por el momento, ese era el ambiente. Poco a poco y a medida que el tiempo transcurría, la mesa recobraba el bullicio, las bromas, charlas de todo tipo, alegría que llega a su punto máximo con el consabido aplauso para el asador, voces que se elevaban por sobre lo normal, tal vez por la euforia del momento o los efectos del alcohol, aunque nadie se pasaba….pero si nos alegraba ¿en qué asado no ocurre? Luego de una breve sobremesa, en la que los temas se sucedían, también las cargadas de futbol (algunos fuimos jugadores amateurs)….llegaba el postre….y el fervor ,el ánimo, como el fuego se iban apagando lentamente, y con el deseo de que pasaramos un buen fin de semana, uno a uno nos íbamos retirando, al día siguiente trabajábamos y había que descansar para enfrentar el nuevo día y poder rendir como es deber, el sábado solía ser largo para algunos ,entre ellos mi caso ¡ qué bien la pasábamos! Y comíamos mejor aun, que bueno era tener un grupo de amigos siempre resueltos y comprometidos a pasarla bien, a un buen momento, a la charla, al encuentro, con el pretexto más que valido como lo es comer un buen asado ¡Hasta el próximo viernes!
Historias de vida
Aquí encontrarán vivencias, recuerdos y pasajes de la vida de un grupo de personas que, gustosas de las letras, juegan entre realidad y ficción
miércoles, 23 de diciembre de 2015
Fragancias de viernes
jueves, 19 de noviembre de 2015
Recordando mi casa
por Elsa da Lama
Corría el año 1935, en el diario “La Nación”, sale la venta de un casco de Estancia en el Partido de Chascomús, con el nombre de “La loma alta”. Papá después de sacar muchas cuentas decide concurrir con un amigo al remate. sin demasiada ilusión. La más entusiasmada era mamá, quien había descubierto el aviso. Estando allí se enteraron que había un firme comprador, pero por un error de fecha no se hizo presente y papá concretó su sueño para alegría de todos. La casa estaba construida dentro de un parque rodeado por un tejido de 2 mts de altura. Tenía un portón hermoso de entraba. Cada lado del parque tenía su salida, no tan importante. Una avenida de ligustros disciplinados llegaban hasta la casa compuesta por dos edificaciones, separadas una de otra por unos 15 mts. y unidas por una vereda angosta de unos 45 cms. de ancho, cortada unos 40 cms para permitir el paso del agua cuando llovía. En una parte estaban: los dormitorios, comedor , baño y lavadero. Ambientes amplios, altos y ventilados. Los pisos eran de pinotea y las aberturas de madera, no recuerdo el nombre, con postigos, con cortinas bordadas a máquina por mamá. La disposición de los ambientes era la siguiente: 4 a lo largo. Los de los extremos eran de 7 x 5 y los del centro 4x5, con un corredor (alero) en ambos lados. Uno tenía una habitación en cada extremo. El otro tenía el baño y el lavadero en un extremo y en el otro una arcada, cuya parte superior era redondeada. Según la vecindad habían tenido rejas. Para ir al baño había que salir al corredor. Las paredes eran de 60 cms. Llamaba la atención porque las habitaciones eran calentitas en invierno y en verano muy frescas. Todas tenían salida al corredor por ambos lados, menos una, que llamábamos ”la pieza ciega”, y se salía por el comedor. Fue nuestro dormitorio . El comedor tenía sótano. Se usaba generalmente para poner las bebidas para las fiestas . Como en la zona no había escuela y estábamos en edad escolar 8 niños, papá, como en la casa había suficiente comodidad trajo una maestra que era de Lanús, no recuerdo su nombre y nos dio clase 2 años, como extrañaba mucho se fue y se terminó la escuelita. A esa habitación le quedó el nombre “escuelita” Después, papá compró casa en Chascomús y nos fuimos a vivir allí. Rendimos un examen y pasamos a 2° grado. Hicimos también 3°, 4°y 5°. En esa época daban un cupo para la nafta que no alcanzaba porque el campo distaba 50 kms. Se decidió trasladarnos a La Plata. Desde allí viajábamos en tren todos los viernes hasta la estación Pedro N. Escribano distante 15 kms. Nos iban a buscar en un carruaje, sulky araña o breque, según los que viajáramos.
La otra edificación estaba compuesta por la cocina, despensa, carpintería y baño. Eran ambientes amplios y con pisos de mosaico. Sólo tenía un corredor y a continuación un parral. El frente de la cocina lo usábamos de frontón para jugar a la pelota. Era a mano limpia y con una pelotita maciza, negra ,de las que usan para pelota paleta. Mamá, Eva y yo en contra de papá. Porque Marta nació después. Del otro lado de la cocina, hacia la avenida de ligustros verde estaba la glicina y el moli-no de viento o aerogenerador de corriente eléctrica que le daba luz a la cocina y despensa. El problema que teníamos eran los árboles, según del lado del viento el molino funcionaba. Siempre listo el Petromax a querosene. El molino del agua estaba a un costado de las dos edificaciones y corría la misma suert e con el viento. El tanque ubicado en una torre de hierro muy alta era como un cono con la parte superior cortada. Rara vez nos quedamos sin agua porque era automático. Además tenía una bomba./////
/////Al costado de la entrada había un galpón de ladrillo visto, donde se guardaba el Ford 8, reca-dos, monturas, aperos, tractor con ruedas de hierro, sulky araña, breque…..Luego la casa del peón: cocina, dormitorio y baño.
Cierro los ojos y se me presenta el parque , casi una manzana. Árboles frutales en su mayoría y otros de adorno. 2 pinos piñón , 1 nogal y 1 almendro, con cuyos frutos yo preparaba los pan dulces todos los años, 1 cerezo,1 níspero,1 olivo, 2 limoneros, 8 manzanas enanas,6 naranjos, 25 plantas de mandarinas que rodeaban las dos casas, un cedro azul… Había canteros de distintas formas con flores de todos los colores: azucenas rosas, nardos, corona de novia, azareros verde y disciplinado, rosa-les, 2 plantas de magnolia,1 ceibo, narcisos, claveles, junquillos, alelíes, acacias y palmeras. Una se destacaba por su gran altura, cuando había viento muy fuerte se inclinaba tanto que parecía que se iba a quebrar. Alrededor de los canteros había conchilla para que no crecieran los yuyos. A un costado estaba otra avenida de ligustros verdes que tenía la cancha de bochas. Los domingos siempre se jugaba con algún vecino.
Después de un cerco de madreselva seguía la quinta con sus tomates, ajíes, acelgas cebollas, ajos, perejil, lechuga, laurel…..,,,y el colmenar. Tuvimos 150 colmenas. Papá, Eva y yo éramos apicultores, recibidos en los años 1945/46 y 47 en la Escuela de Apicultura, del Ministerio de Asuntos Agrarios de La Plata. Mi hermana fue elegida Reina en 1946, coronada en el Pasaje Dardo Rocha. Instalas las colmenas la despensa se convirtió en el laboratorio.
Siguiendo con el tema de la casa, hacia un costado había un parral de uva chinche y una avenida de ligustros verdes dividía dos sectores: uno tenía 15 higueras,9 perales y 8 membrillos. Alli también se sembraba papa ,sandia, melones y maíz. Todo para el consumo de la casa.
A la misma altura del galpón de ladrillo estaba del otro lado el galpón de madera. Tenía la troja con espigas de maíz que se desgranaba para las aves y cerdos. Luego continuaba el gallinero y el palomar, era redondo. Les aclaro que comíamos los pichones de paloma. Mamá los usaba para el tuco. ¡Exquisitos!
Para finalizar diré que he vivido en varias casas, de todas guardo hermosos recuerdos., pero sólo hay dos que me hubiera gustado volver a verlas por los momentos felices y de lucha que he pasa-do, pero al saber que la de Chascomús se cae a pedazos y la de Carhué me la han cambiado tanto que prefiero quedarme con el recuerdo.
martes, 10 de noviembre de 2015
Mi casa vive
por Nezka
Mi casa. La casa paterna. Hermosa. Acogedora. Cálida. El colorido de las flores, sus perfumes la hacen inconfundible. Única.
Los recuerdos que viven en mi,los que afloran siempre como un remanso,suavizando las asperezas con que el tiempo te va marcando, son los vividos en mi infancia y adolescencia.
Refugio de mi niñez, “LA COCINA” amplia para cobijarnos a todos. Frente a la cocina económica con sus leños rojizos y chispeantes, estaba el gran brasero, alrededor de él, los niños y a veces algún adulto, casi siempre el hermano de mamá, el cuentista.Jugabamos, contábamos anécdotas vividas ese día, discutíamos, hasta que mi madre ordenaba..¡A lavarse las manos , la cena esta
Lista¡ EL momento y lugar mas hermoso que vivía en mi adolescencia, era la ceremonia del mate de la tarde. Con que ansiedad lo esperábamos¡¡¡..El lugar era el patio cubierto por un hermoso parral, ninguna faltaba, mamá mis dos hermanas, mi prima, una amiga y yo allí, entre mate y mate
Tejíamos esperanzas , proyectábamos nuestro futuro.
No olvido a mi querido amigo y confidente el “NOGAL”.Entre sus ramas me sentí inmensamente
feliz, porque ellas se covertian en trapecio y yo en la mejor acróbata, o cuando sus gajos eran brazos que con gran amor me cobijaban, cuando una pena golpeaba mi alma, allí entre sus hojas mis estados de ánimo cambiaban, me sentía segura, protegida.
MI CASA, TODOS LOS RINCONES guardan recuerdos, algunos que me llenan de felicidad, y otros que hacen deslizar alguna lágrima. La miro desde el zaguán, me veo en cada uno de ellos.Pienso.Veo.Siento. ¡¡¡NO!!! ¡¡¡ELLA NO ES UN RECUERDO!!! Vive y tiene una fuerza tan poderosa que te atrapa. Que te llama. Que te espera.
martes, 20 de octubre de 2015
Aquí sí fui niño
por Roberto Perez
Gobernador Udaondo era el pueblo, muy chico, a la vera de la ruta 215, camino a San Miguel del Monte (aquí naci )pues allí no había nada en materia de salud.
Calles de tierra, mucho campo, tranquilidad, su laguna, el club, el almacén de ramos generales, la estación ferroviaria, algunos vecinos, ya ven… lo necesario para que el lugar tuviera vida.
Y mi casa…humilde, de adobe, como muchas otras en el interior, una acacia grande y un viejo sauce llorón le daban marco al ingreso.
Pisos de tierra, algunas sillas, ninguna igual a otra, como adorno dos o tres huevos de avestruz pintados y colgados de sus extremos, mas alguna foto familiar ya amarillenta, adornaban el interior.
La cocina económica donde mi madre cocinaba y los días de lluvia no faltaban sus tortas fritas mientras entonaba alguna canción Española, o a veces su repetida…”el cuadro que yo les nombro tiene camiseta azul, con una franja dorada y estrellas de norte a sur”, por esos tiempos y de tanto oírla, creo… adquirí mi pasión boquense. Firpo el perro con quien junto a mis hermanas Mabel y Mari (fallecida) jugaba, y todo toleraba, bonita la vaca que proveía la leche, el cuadro de alfalfa donde a la hora de la siesta íbamos a la caza de mariposas ¡como olvidar San Juan y San Pedro!
colgaban en cada uno de los postes del cuadro o terreno, tarros con cebo y se encendían hasta consumirse.
Las noches muy calurosas de verano, nos sorprendían durmiendo afuera, abajo del sauce, con nuestro padre y Firpo como celoso custodio.
En este sitio, en esta casa hilvane mis primeras palabras..y di mis primeros pasos ¡como no recordarlo!
Allí también solían oírse historias campestres: como de la luz mala, o la del jinete sin cabeza por ejemplo.
Viene a mi mente mi padre…quien por las noches con su guitarra y su voz nostálgica, entonaba para nuestro deleite, canciones como…Merceditas, mis arapos, o la del linyera, personajes estos que con su “mono”a cuestas y sus perros, solían verse caminando sin rumbo por las vías del ferrocarril…imborrable! como tampoco lo son los inviernos de chimeneas humeantes con su inconfundible aroma a leña, que aun guardo en mi como muy preciado recuerdo.
Luego de aproximadamente cincuenta años, regresamos con mi hermana Mabel a nuestro querido Udaondo, tan lleno de recuerdos lindos e imborrables para nosotros….buscamos la casa de nuestra niñez ¿ y saben qué ? ya no estaba…se había convertido en campo, el horizonte ocupaba su espacio.
miércoles, 23 de septiembre de 2015
Excursión temprana
por Roberto Perez
A las cuatro de la madrugada era la cita, en lo de Hugo, (dueño de la camioneta) en la que haríamos el viaje, Héctor su hermano, y quien relata Roberto. Para muchos (el negro). Salir temprano; comprar las medialunas en Atalaya para el mate, (si la pesca daba tiempo); las mojarras (diez bolsas) por si hay buen pique, y encontrar un buen lugar ,era la premisa. Decidimos llevar un carro remolcado, porque la ultima ida, el baúl no dio abasto. Al llegar y dejar la camioneta, que estaría en el medio del campo todo el día, decidimos sacarle una rueda, entonces nos alejaríamos más o menos tranquilos, luego de unos cuarenta minutos de caminata, encontramos un lindo lugar y allí nos quedamos, preparamos las líneas con distintas medidas de anzuelo(por si había algo grande) y cuando el sol comenzaba a reflejar nuestras figuras alargadas en el agua, empezamos a pescar, luego de unos minutos de prueba, los piques se daban permanentemente, todos matungos, poco chico. Con señas, nos pasábamos el dato uno a otro, estábamos más o menos a cuarenta metros de distancia, en uno de los intentos, un pique casi me quita la caña de las manos, menos mal que estaba bien afirmado!.. Porque con la humedad que todavía había ¡buen resbalón me pegue!, pero luego de ardua lucha, valla que lo saque, pesaba como ocho kilos, ¡con razón tanto esfuerzo! ¿yo? ¡ya estaba hecho con semejante trofeo! pero mis amigos que? tenían lo suyo también, aunque….claro, el más grande era el mío, cuando el sol ya perdía fuerza, la cosecha estaba hecha ¡tuvimos que hacer dos viajes hasta la camioneta para llevar tanto bicho! ¡Menos mal que llevamos el carro! Imaginen que fue todo un tema acomodar mi trofeo, no había forma de ponerlo sin que se le vea la cola! hasta que por fin lo acomodamos y emprendimos el regreso, con la Peugeot re…cargada, mate va y mate viene, cuentos de todo calibre, y ya viviendo la próxima salida de pesca, pero….en algo mas grande.
No creo en fantasmas
por Mabel Conrat
Voy a contar hechos que me sucedieron hace ya muchos años atrás. En un hermoso vallecito en la Provincia de San Luis; habitado por gente como cualquier pueblo del interior, y tambièn, con personajes con imaginaciòn fantástica, como el caso de unas viejas matronas que conocì, muy arraigadas a creencias arcaicas; como, supersticiones…, ánimas…, aparecidos….
Cierto día visitando una vecina, estando yo embarazada, y, tejiendo un chalequito para la llegada de mi hija, me sobresaltó una exclamación de la susodicha….diciendo; ¡válgame Dios!, ¡Cómo es posible que este tejiendo….! ¡Está embarazada….! Escandalizada me increpó; “no debe tejer durante el embarazo, se le va a enreda el cordón umbilical en el cuellito de la beba, y la va a ahoga”, me sorprendì…. y me dije…, ¡como se le va a enredar el cordón en el cuello por el hecho de tejer! Desde ya, inmediatamente lo atribuí a supersticiones. Lo mismo me decía en cuanto a la costura….y todo aquello que se hicieran nudos….
Gracias a mi naturaleza…, mi crianza, quizá por ser citadina, y a pesar de mi corta edad, y lejos de mi familia, no me dejé amedrentar, y seguí con mi labor sin darle importancia al hecho. También, me sugerían bautizar a mi hija, ni bien naciera ¡Cuál era el argumento…..! Sí no lo hacía, iba a ser un “Animalito”, y no sería una chinita cristiana..., Inmediatamente se me representó mi hija caminando en cuatro patas…., recuerdo que en ese momento lo viví como algo gracioso y lo atribuí a que eran muy catòlicas, pero a su vez, rayaban en lo pagano, como muchas costumbres, cosa que resultaba contradictorio.
Por otra parte, en charlas familiares, (principalmente en la noche, ya que se prestaba para tales fantasías), se contaban anécdotas sobre la llorona, (mujer que lloraba la muerte de su marido). La cuestión era que, si, ibas por el campo en medio del monte, “la llorona” salía al paso pidiendo que la consuelen, esto sucedía generalmente de noche, o cuando se estaba solo. Lo contaban con “convencimiento“ y exageración para que el interlocutor lo creyera. Y, ni que hablar de lo que pasaba con los ruidos en la casa, los muebles, las puertas que crujían…., aducían que en la casa habían matado a toda una familia años atrás y en la noche vagaban sus almas por la casa. Estas historias como tantas otras, contadas dramatizando el hecho, para asustar a quien escuchara.
Doy gracias a que yo estaba protegida de tantas supersticiones, que nunca me deje llevar por tales aventuras; seguí tejiendo, escuchando ruidos por la noche silenciosa del pueblo, ya que no era otra cosa, que el crujir de una casa vieja con pisos de madera, abandonada a su suerte.
La Plata, 02 de septiembre de 2015
martes, 11 de agosto de 2015
Una visita inesperada
por Stella Maris Gioia
Era el mes de diciembre, donde todo el mundo planifica las fiestas y el próximo año a surgir. El matrimonio se desplazaba por la ruta, donde el calor agobiante, mostraba que el sol ya se escondía en el hueco de la montaña.
Habían planificado este viaje, hacía mucho tiempo, Rosa y Miguel querían vivir una segunda luna de miel. Y después de muchos diálogos decidieron, viajar y recorrer la hermosa provincia de Salta.
Sus montañas, sus paisajes que con sus coyas peleando la vida, esa gente con tanta sencillez, día a día son un ejemplo de vida, pues sus costumbres, su hábitat, nos dejan mucho para admirar. Ellos se desenvuelven, con sus cosechas, sus cabras, su arado que pasando por la ruta, se puede ver como sobre la montaña, rescatan para una supervivencia, sin tecnología, pero también con todo lo que se requiere para vivir dignamente.
Ahí iban los dos camino a un mundo desconocido, pero con la ansiedad de lo inexplorado. Juntos entre risas y mates, les permitían disfrutar del paisaje. En un instante Rosa le manifiesta a su esposo, cariño: no te sientes como si estuviéramos dentro de un cuadro. Tanta belleza, tanta naturaleza cruda, donde podemos palpar hasta los cardos, que parecen pintados al pie de la montaña.
Tienes razón, contesto Miguel, pero la noche se iba cerrando, ya no se podían ni ver las casas de barro crudo sobre la montaña. Continuaron viaje, pasaron horas, cuando de repente frente a ellos algo imprevisto, una luz resplandeciente, que no los dejaba ver, y paralizo el automóvil. Su coche no funcionaba, Miguel apretaba el acelerador, y no respondían los cambios, Rosa inmóvil no hablaba y cuando hablo, dijo: por favor hombre sácame de aquí, ¿Qué es esto? ¿Qué sucede?, ¿porque no puedes conducir? .
Pero ahí no finalizo, un hombre de baja estatura, con rasgos indefinidos, sus dedos largos, sus piernas delgadas, era todo lo que se podía ver, moviéndose en forma mecánica, no dejando distinguir con precisión, pues la luz incandescente no permitía ver. Un calor agobiante nos envolvía, y el descontrol de la escena nos superaba. El hombre no se acercó al automóvil pero si estiro sus manos hacia nosotros, como en condición de reconocimiento o de decirnos sé que están ahí.
Yo estaba muda y Miguel lo único que decía:¿ pero que pasa? , Yo respondí: Miguel por favor arranca y escapemos de este lugar.
No sé cuánto tiempo transcurrió, pero para nosotros fue eterno, y llego el final de la escena, como una película de misterio, todo desapareció de nuestros ojos. Nosotros continuábamos parados sin decir nada. Hasta que Miguel rompiendo el hielo me dijo: si contamos esto quien nos creerá, es algo irrisorio, van a decir que estamos locos, por favor Rosa no comentes a nadie lo que vimos esta noche, pensemos que fue un sueño, que de hoy en adelante daremos más valor a lo sencillo que nos rodea, pues hemos comprobado que hay algo más allá.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)