jueves, 14 de mayo de 2015

Trabajo extraído desde mi corazón

por Santiago Lorente

Nunca pude evitar uno de los recuerdos de mi vida que me afectó cuando yo trabajaba en un puesto de alta jerarquía en una gran empresa y  cumplir por órdenes superiores tuve la obligación de cambiar a un importante jefe de mi área a otro lugar de más categoría. Resumiré, para no cansar al lector de lo que pasó. Les cuento, con mi mejor voluntad cité a mi despacho a dicho responsable y contento se presentó ante mí. Se sentó, y en ese mismo momento le noté un poco de intranquilidad en su rostro, una vez acomodado en su silla se dispuso a escucharme y fui derecho al tema. Le informé que la empresa había decidido  ascenderlo a un nuevo puesto mucho más importante que había ocupado hasta ese momento durante muchos años. Cuando se enteró de las nuevas órdenes, pensé que iba a ponerse muy contento y alegre,  pero sucedió todo lo contrario. La noticia le cayó como un balde de agua fría porque súbitamente comenzó a gesticular como  que iba a llorar y  yo pensé que lo iba a poner contento la noticia, pero no fue así porque no era lo que le provocaba. En un segundo rompió a llorar de una manera a moco tendido como un niño balbuceando el llanto y un pañuelo surgió rápidamente de su bolsillo, secando sus lágrimas que caían a borbotones. Eso me conmovió y yo que no  esperaba esa actitud de un hombre grande (en edad me refiero). No sabía qué hacer para tranquilizarlo, me paré para tratar de evitar su pena pero fue inútil y hasta rechazó un vaso de agua. De pronto se levantó y con mi permiso se retiró de la oficina. Al cabo de unos minutos observé que se había puesto el saco y se retiró del área en la que había sido el jefe del sector y sin saludarme abandonó su puesto, llorando delante de casi todo el personal que eran casi unas 40 personas.
Al otro día me enteré que había renunciado y que no aparecería nunca más. Me quedé absorto. Le informé a mi superior de esa decisión y me ordenó un cambio de planes para aquellas personas que habían estado hasta ese momento muchos años bajo su cargo. Aquello me hizo mal. Y cada vez que llega a mi memoria este hecho, siento un sabor amargo en mi boca y un escozor me recorre todo el cuerpo.
Hay momentos que la vida se presenta así, lenta o espontáneamente. El camino en este planeta no se conoce jamás, de un día para otro o sos mucho o no sos nada o sos un estúpido, o un pelotudo. De una manera a otra vamos deambulando de un sitio a otro. Ese acto que viví, fue el comienzo de otros muchos momentos que  sucedieron en mi vida, buenos, regulares o malos, pero les puedo asegurar que ese recuerdo aún me produce mucha tristeza.

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