jueves, 11 de junio de 2015

Entorno donde me crié

por Stella Maris Gioia

Yo soy la hija menor de un matrimonio de tres hijos, mis padres eran obreros, gente de trabajo que vivía al día, como muchos. Mi padre trabajo en la empresa de electricidad y mi madre cosía para fuera.
La lucha cotidiana, se vivía de una manera muy sana y se compartía todo lo que se tenía en forma sencilla y con fruto de trabajo.
No había lujos, vacaciones eran muy esporádicas y con preparativos y alegría. En la casa se vivía con horarios y obligaciones que toda la familia cooperaba. Cuando deje el primario, ya tenía la tarea de coser con mi madre, ayudar en la costura de a mano, y limpiar la casa. A mi hermano que me llevaba siete años, llegaba los sábados y su traje zapatos y camisa le preparaba para salir con los muchachos. 
Recuerdo cuando en verano baldeábamos el patio, con mi papa, y al concluir nos sentábamos en  EL juego de jardín, compartiendo una sidral y el una cerveza, con jamón crudo, una ensalada de tomate de la quinta. Pues teníamos toda clase de verduras y un gallinero, con el casalito de pimeas que no podía faltar. También en la quinta nunca dejó de existir el tero, que comía todos los bichitos que andaban por ahí. 
En la galería, donde concluía la casa, estaba rodeada de maderas a cuadro, que mi padre pintaba antes que llegara el verano. El pasillo, donde nos conducía, a la calle, tenía una pared baja, que con dos columnas y una puerta de madera pequeña, llegábamos a la salida. No existía el problema de la llave, cuantas veces dormíamos con la puerta abierta, la que  comunicaba al pasillo.
Nuestra heladera, era de madera color verde, de una altura de 1, 20, donde el hielero, venia todos los días y nos dejaba el hielo, para conservar las bebidas.
No faltaba el lechero, que con su carro concurría, todos los días y nos dejaba un litro de leche fresca y saludable, sin agua.
La fruta se compraba en la feria y a veces pasaba el carro con las ofertas y solucionábamos ahí el problema.
Ese fue mi entorno, ahí me crie yo, no existía tanta tecnología como ahora, y nuestras salidas era ir al cine de la escuela de 12 y 68. Yo sabía que íbamos a ir, cuando mi mama me envíaba a comprar 2 kg de galletitas sueltas a lo de Parini, que era la vecina que vendía. Mi hermana que estaba de novio, se sentaba primero luego mi hermano, yo y mama y papa. Mama conservaba el paquete y lo pasaba junto con golosinas para todos.
Todo era tan llevadero, no necesitábamos ni psicólogo, ni especialista, con una mirada ya teníamos lo que correspondía hacer, se respetaba y se vivía bien.

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